lunes, 30 de enero de 2017

Los celos entre Nadal y Federer

Corría el 26 de mayo de 2014 y Rafa Nadal ganaba su último Roland Garros ante Djokovic. Casi tres años después de llevarse su último grande Nadal ha vuelto a competir por estar en lo más alto de uno de los cuatro torneos más importantes del mundo. En el camino una travesía eterna por el desierto, con problemas físicos, de motivación, lesiones y fracasos. No llegar más allá de los cuartos de final en ningún torneo 'major' es una frustración para los que están acostumbrados a ganar. 

Las ganas de competir de Nadal y su capacidad para reciclarse han sido fundamentales durante el comienzo de 2017. Lejos de querer frenar la euforia existente, los próximos torneos dirán si lo que vimos en Australia fue un espejismo o el regreso de Nadal es una realidad. El toque 'vintage' retro que le dio la final contra Roger Federer invitaba a recordar aquellas finales míticas del tenista español contra un rival que, pese a competir contra nuestro Rafa no podía caernos mal. Somos de Nadal porque es 'nuestro Rafa', pero queremos a Federer porque es el mejor tenista del mundo. (Al loro al vídeo del torneo de 20 minutos sobre el duelo Nadal-Federer).

 


Quizás ese sea el gran mérito de Roger Federer. (Sí, los 18 Grand Slams también). Pese a ser el enemigo íntimo de uno de los mejores deportistas de la historia de España, su actitud y su calidad impiden que el público medio español le odie. Dejando de lado los tremendos debates sobre la cultura deportiva de nuestro país, la realidad es que para que nuestros héroes sean queridos se busca un maligno a batir; en todos los deportes en los que destaca un español se hace. TODOS. Con Federer es imposible. Su tenis y su simpatía están por encima de chovinismos absurdos.

Deberíamos mirar con los mismos ojos a otros malos de película de James Bond que dan recitales contra deportistas españoles, sin que nos sintamos mal, ni siquiera porque nos duelan menos las derrotas de nuestros compatriotas ante bestias del deporte. Nadal lo demostró dejando claro que el suizo era el justo vencedor. No hay celos ni nada que se le parezca. Hasta él nos entiende.



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